Archivo de la categoría: Inéditos

Poemas inéditos

Un hotel cerca de la costa

una noche
cuando aún eran pequeñas
y viajábamos en el mismo coche
de vacaciones hacia el verano
cerca de la costa
hicimos noche
en un viejo hotel

fuimos a cenar a un restaurante
que se montaba sobre la arena de la playa
y en la barra
como una pequeña sorpresa
puesta allí para el amanecer
sonaba un aria

cuando aún eran pequeñas
aquella noche
las conduje de la mano
hasta su cama
y esperé a que se durmieran
atento al más ligero de los sonidos

y luego nos sentamos
en la terraza del apartamento
a beber una cerveza
sin decirnos una palabra

una noche
cuando aún eran pequeñas
y la vida nos parecía
que nunca
que nunca podría parar

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ezer kenegdó

Hay personas que aman

reciben el encargo
de algún dios o diosa

para ellos se convierte
en imperativo absoluto
ese de amar a alguien
que no les corresponde
ni les protege
como si de una ninfa esquiva
o de una amazona reina se tratase

y se busca el lugar donde reside
y se realizan indagaciones

cualquier lugar es un válido
hasta que se descubre donde habita

entonces el hábito cambia

estos seres que aman
se tornan lustrosos
y pasan frente a su puerta
como si en su interior
se asistiese a un parto
o a un hecho extraordinario
que pudiera cambiar su vida,

como si allí se tejiese
desde cero la historia,
su historia

pero es allí
frente a la puerta cerrada
donde meditan en voz baja
y apenas se pueden oír unas risas
y el ahogo entrecortado del deseo,
y cualquiera pudiera imaginar
una mesa despejada por la mano libre
y una y otra vez
el cándido temblor
de un tren de mercancías
en ciernes

es allí donde descubren de repente
que hay personas que aman de verdad
y que están tejiendo una historia
que no es la suya,

y que no importa
si son o no son felices

porque mientras la vida se termina

y el tiempo se agota
y el demonio les susurra
montado en un dedal
para llegar a la altura de su oreja
que tu ezer kenegdó te ha destruido.

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Cruzar el Ródano

Cruzar ahora el Ródano
ahora que ha caído la noche
y los caballos desean descansar
y sólo se escucha el agua
fluir
sin descanso
como la sangre en una arteria
de un animal eterno

he dado la orden ahora
de vencer a un imperio
de asestar el golpe más fiero
de aniquilar a sus tropas en la batalla
y cuando menos lo esperen
lanzaré a los más aguerridos
de nuestros hombres
a vencer su retaguardia

cruzar el Ródano
ahora
lo es amor
lo es todo

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La mañana del día en que murió mi padre

La mañana del día en que murió mi padre
me entretuve en escoger una corbata elegante
con la que amortajar su cuerpo.

Las miré una a una
escruté en sus bordes
el uso y su cuidado

y entre todas ellas
seleccioné la que parecía
la más antigua y la más usada

una corbata que daba la impresión
que aquella podía haber sido
una de sus favoritas

quizás la mismísima corbata predilecta

recordé cómo solía prepararme
el nudo simple o el Windsor
cuando aún no sabía
anudarlas
a mi cuello

y realicé el simulacro
de portar su corbata
y en vez de apretar el nudo
la saqué evitando mis orejas
y la dejé preparada
tras la puerta de mi dormitorio

y aunque mi intención era llevarla conmigo
y que acompañara a su mortaja camino del incinerador
la olvidé allí
y durante ciento trece días la he estado contemplando
y he pensado en mi padre cada día
y he pensado en que quizás
la corbata que acompañó
a su traje a medida
no fuera
la que más le gustaba

y he pensado también
en lo poco que importan
una vez que mueres
estas cosas fútiles

y en cómo nos importa
el baldío menester
de todo lo que nos acontece

y en lo fácil que resulta olvidar
que no viviremos
para siempre.

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Komarov

Tenía que llamarse Vladimir Mijáilovich
Komarov
casi Kamarada
porque para enfrentarse a un destino trágico e inútil
Vladimir es un nombre adecuado

(aunque toda vida pese lo mismo
cuando termina la existencia

, pero
para recibir medallas póstumas
homenajes
para que le den tu nombre a un asteroide
y a uno de los buques de seguimiento espacial de la Unión Soviética
y también a la escuela de pilotos militares de Yeisk o

oh sí
a un cráter lunar,
y también para que avispados aficionados a los cohetes en Liubliana, Eslovenia
decidan llamarse el “ARK Vladimir M. Komarov”
o para que la Organización francesa Fédération Aéronautique Internationale’s hicera un Di-plo-ma llamado V.M. Komarov en su honor
pero no merecía una estrella,
ni darle su nombre a un planeta
-aunque fuera lejano-
,
pero sí a un simple trozo de tierra
de los que vagan
inertes
por el espacio

pero
nadie merece saber
la opinión de Valentina
ni nadie
merece saber
cuántos días lloraron
Yevgeni
e Irina
(todo nombre será un abismo
cuando pierda la consciencia)

mas nunca podrán volar
tan alto
como
el camarada
Komarov

ya nunca
ahora que su luz se extingue
como el polvo solar de nuestra estrella
en el frío profundo
de la galaxia

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Yo haría por cantar una saga eslava si quisieras (1.2)

en ese país
donde alguna vez vivimos
como dos rupias de oro
en las manos de un esclavo

no fuimos más
que ángeles narcotizados
por una marea negra

ahora te desvaneces

como una palabra pérdida en la memoria
o el nombre de un corsario que una vez supiste
y ya no

así que tú mientras
en algún otro lugar
eres una aparecida
a la que ponen velas blancas
por la que queman incienso
y comparten la maría
en atestados campos de mangos
con el único empeño
de verte feliz
o eso pretenden
mientras allá adonde voy
fallecen los abedules
uno tras otro
para que permanezcas

y en ese empeño
ya haría por cantar
una saga eslava entera
-sin parar-
si quisieras.

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Hay algo irreal en las viejas fotografías

Aún queda cierta belleza

cierta belleza de ti

en el instante congelado de la fotografía
en la que miras de frente

yo como un muñeco de cartón caminando

no a tu lado
sí unos metros por delante de mí

y toda tú eres sonrisa sin mover los labios
estático el cabello
congelada la mano en el gesto
inútil de alcanzarme
quizás el brazo

el cabello aún está rizado y brillante
y el plástico cubre tu imagen
mientras el mundo se aja
como la piel de una sandía
expuesta al sol
o el corazón de un hombre
seco al cabo de unos años

es lo que le pasa a las personas
que han jugado a tus ritos

por eso sé
que si hubo otro tiempo
cuando el don Juan de los días felices
no sabía nada del ayer y nada del mañana
y el hoy era una incesante sucesión
de breves encuentros
donde sólo tu don de escapista
tenía importancia
ya nos es igual

también un cartógrafo
abandonaría su oficio
tras trazar sobre su espacio conocido
el milímetro de su medida

y por eso sonríes
como si te fuera la vida en ello

y lo que crecía entonces en ti
tenía marcada su hora punta
y ya parecías saber que ese amor
era como el vuelo último del Hindenburg

si observo con detenimiento el fondo de tus ojos
ahora que tan sólo permaneces ahí
en ese delgado espacio de la pantalla
donde has aparecido de nuevo
incapaz de deshacer la cuerdas
de abrir con ganzúas diminutas
los cerrojos con los que juegas
a aprisionarte
pequeña Houdini del pasado
en aquello que podemos llamar
los dos
de nuevo
hoy
debes saber
: ése que está a tu lado
detenido en el tiempo
ahora comprende
que de nada ha servido practicar mil veces
escapar de la muerte bajo el agua helada
si hay fragmentos de la memoria
que duelen cada día

y que estamos los dos ahí
viviendo
tan lejos
el uno del otro
que ya sólo permanecemos en el mundo
como metralla fósil
de otro tiempo

como arqueología fugaz
de la memoria

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Credo

Este credo
no era el verdadero

no hablaba del árbol
no palpaba el tronco
no degustaba la hoja
ni contemplaba la rama

ni atendía en sigilo
el discurso del fruto

no era el verdadero
no era un continente
no sabía del límite
de la tierra con el mar

no sabía la natural frontera
que nos separa del aire
del vértigo de la sima
ni del terror del acantilado
cuando nadie mira a tu lado

no era el verdadero
no hablaba de sus manos
ni del tacto de su cuello en mi lengua
ni de su espina dorsal como una enredadera
negaba las piernas y negaba su sexo abierto
el abracadabra de un destello apenas vislumbrado
mientras cerraba los ojos
y un cuerpo es con otro
vuelta a ser uno

y no proclamaba el cielo del lóbulo extinto
ni el pulso de su corazón bajo mi mano
mientras la tarde se hacía plomo
y palpitaba

ni la mirada que acompaña al placer fue bendita

nos negó la creencia exacta
lo que hace que amar sea algo táctil
la experiencia
el saber
el olfato

todo lo que es humano y no es bello
y es visceral y crudo
insaciable
como tu piel
cuando la noche

y juntos
nos escondemos.

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ciudad de Alejandría

Alejandría

La primera vez fue una suerte sin límites,
fue como romper la banca de un casino
con la última ficha que resta en la mesa
fue reencontrar —sin saberlo—
un pedazo de tierra
al que uno podría pertenecer,

no importa, en realidad,
el momento en el que suceden las cosas,
pues aún hoy queda
un olor indefinible que te regresa
al momento en el que tu avión
sobrevolaba el delta del Nilo,
y pudiste ver el verde de las mezquitas
o la sombra de un faro sumergido
-profundo y devorado por el rompeolas
y su movimiento-
mientras descendías lentamente y te alejabas
hasta la ciudad asediada por el desierto

y ahora que has tomado la distancia
que impide todo regreso
te hace feliz saber
que conoces la simetría de la costa
y adivinas dónde se hundió
un pequeño velero junto al espigón
del restaurante griego

y te aventuras a señalar en un mapa
el punto preciso en el que los palacios
se hundieron en el mar,

y podrías indicar la calidad de los materiales
y simular el murmullo de los actores tras sus muros
mientras escenificaban un pequeño texto de Plauto
o rememoraban alguna oda de Píndaro
y soy capaz de enumerar,
uno tras otro,
los dioses que debieron de protegernos
y que nunca lo hicieron

y sumergirnos
como buzos entre los remolinos
que poco a poco desdibujan tu memoria
mientras recuerdas de nuevo el camino
a los palacios de Heraclion o Canopo
y alguien te pregunta
mientras sueñas
quién eres

pero ya eres
como todas las sombras
de otro tiempo
: no puedes
no sabes
qué responderles

no importa, en realidad,
lo que puedes decirles,

las personas no somos más
que la suma
de un tiempo que se acaba.

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Somos el fuego

somos el fuegoMuchos de nosotros no encontramos

la virtud del término medio

preferimos que el fuego robado y su resplandor
guiaran nuestra mirada
que trazaran el correcto apotema
hasta el centro de esta figura
desigual y perfecta
que es nuestra vida

casi no nos dimos cuenta
: son otras manos las que juegan con ella
otros dedos son los que doblan
y desdoblan sus pliegues
los que aquilatan sus ángulos
los que redondean sus aristas
rellenan sus simas y liman sus cumbres
y requiebran donde mayor resistencia encuentran
nuestra voluntad de papel
para que su forma se amolde
a lo que el mundo espera
en realidad
de nosotros

nosotros
que no llegamos a comprender
que somos el fuego robado

su resplandor

su rescoldo

lo que no dura
más
que este instante.

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