La mañana del día en que murió mi padre

La mañana del día en que murió mi padre
me entretuve en escoger una corbata elegante
con la que amortajar su cuerpo.

Las miré una a una
escruté en sus bordes
el uso y su cuidado

y entre todas ellas
seleccioné la que parecía
la más antigua y la más usada

una corbata que daba la impresión
que aquella podía haber sido
una de sus favoritas

quizás la mismísima corbata predilecta

recordé cómo solía prepararme
el nudo simple o el Windsor
cuando aún no sabía
anudarlas
a mi cuello

y realicé el simulacro
de portar su corbata
y en vez de apretar el nudo
la saqué evitando mis orejas
y la dejé preparada
tras la puerta de mi dormitorio

y aunque mi intención era llevarla conmigo
y que acompañara a su mortaja camino del incinerador
la olvidé allí
y durante ciento trece días la he estado contemplando
y he pensado en mi padre cada día
y he pensado en que quizás
la corbata que acompañó
a su traje a medida
no fuera
la que más le gustaba

y he pensado también
en lo poco que importan
una vez que mueres
estas cosas fútiles

y en cómo nos importa
el baldío menester
de todo lo que nos acontece

y en lo fácil que resulta olvidar
que no viviremos
para siempre.

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4 comentarios en “La mañana del día en que murió mi padre

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