Me acaba de escribir Isabel para comunicarme el fallecimiento de Diego Medina Martín, el alma mater de revistas como La Corná, dinamizador de la vida cultural de la Málaga de los ochenta y noventa, y que en el nuevo milenio encontró su hueco dentro de establishment cultural de la ciudad como director de la Colección Monosabio, dirección que compartió con Javier La Beira en su segunda etapa.
Han pasado quizás veintidós o veintitrés años desde que coincidí con él por primera vez. Siempre me llamó la atención su capacidad para mantener un especial humor frente a la adversidad que volcaba en sus interminables paseos por su barrio, en un afán por la lectura tan voraz como heterodoxo en el que tenía cabía en la misma tacada el Cantar de los Nibelungos con Los cantos de Maldoror, el gusto por la prosa refinada de Sade o la procacidad de las novelas eróticas de Apollinaire.
Durante los años que más lo traté y en los que llegamos a tener una amistad de la que dejan huella, le debo la lectura paciente de mis poemas y las lecturas sorprendentes que siempre tenía entre manos y que me hacía llegar con gestos llenos de generosidad: un libro de Fonollosa que me regaló con la recomendación expresa de que lo tomara de ejemplo, una antología de poesía japonesa comprado por un euro en un cajón de libros de saldo de una librería del centro y que compró pensando que quién mejor que yo para conservarlo, y que siempre tenía un rato siempre para charlar y dar un paseo si su estado de ánimo se lo permitía.
Suele sucedernos a las personas que en algún momento u otro tomamos caminos que nos separan. No hay una razón concreta, es el mismo devenir de la existencia. Las últimas veces que nos encontramos fue en el Rincón de la Victoria, cuando bajaba a darse una vuelta por el paseo. Casi siempre llevaba un libro o una agenda en la mano, de esas en las que tengo le gustaba a escribir a mano aquellos poemas que en mi imaginario personal han alcanzado el grado de leyenda poética, donde hace muchos años puso en marcha una novela (Esperando al lado de la ventana) que no envejece con el tiempo y que gana en frescura y agilidad conforme se relee.
Hoy ha fallecido Diego Medina. Se va con él un tiempo hermoso, un compañero de muchas horas y vivencias, un amigo que hizo posible que mi primer poemario viera la luz. Hubo días buenos y noches malas, ahora prevalecerán las buenas sobre las malas. Casi todas las recordaremos con nostalgia.
Sálvese su poesía de nuestra zozobra:
ES TRAJÍN
Es trajín:
la vida suele ser de otra manera
en esta clara penumbra
donde ahora
la muerte se perfila
invisible a mi mirada
que la razón inunda
no aparece el sujeto de inmediato
los caminos intuitivos
que preceden
ni padecimiento ni mutismo
pura madurez configura el viaje
racional y subversivo
en esta clara mañana que penumbra
ahora bien: Sé decirte sin dudar
que el origen del Método
no es
declararse victorioso en las Ideas
ni condenar la condición adecuada
de vencido
mas es indispensable la Aventura
andar perdido cierto tiempo
rescatar Amor y Muerte que
pretenden suplantar la misma Vida
Es trajín:
Una pérdida terrible. Una gran persona y un gran colega. D.E.P.
Cierto Antonio, la de buenos momentos que hemos pasado en su compañía.