Hay personas que aman
reciben el encargo
de algún dios o diosa
para ellos se convierte
en imperativo absoluto
ese de amar a alguien
que no les corresponde
ni les protege
como si de una ninfa esquiva
o de una amazona reina se tratase
y se busca el lugar donde reside
y se realizan indagaciones
cualquier lugar es un válido
hasta que se descubre donde habita
entonces el hábito cambia
estos seres que aman
se tornan lustrosos
y pasan frente a su puerta
como si en su interior
se asistiese a un parto
o a un hecho extraordinario
que pudiera cambiar su vida,
como si allí se tejiese
desde cero la historia,
su historia
pero es allí
frente a la puerta cerrada
donde meditan en voz baja
y apenas se pueden oír unas risas
y el ahogo entrecortado del deseo,
y cualquiera pudiera imaginar
una mesa despejada por la mano libre
y una y otra vez
el cándido temblor
de un tren de mercancías
en ciernes
es allí donde descubren de repente
que hay personas que aman de verdad
y que están tejiendo una historia
que no es la suya,
y que no importa
si son o no son felices
porque mientras la vida se termina
y el tiempo se agota
y el demonio les susurra
montado en un dedal
para llegar a la altura de su oreja
que tu ezer kenegdó te ha destruido.