Archivo de la categoría: Poesía e Internet.

¿Cuál es la posición del poeta frente al hipertexto?

La pregunta tiene su importancia, pues va a simbolizar el camino que escoge en este país de fantasía que supone la creación literaria. Como Alicia, el poeta se encuentra en un mundo de constantes bifurcaciones y la elección que escoja va a ser determinante a la hora de encarar su labor creativa. Pueden convivir, es cierto, y sobre todo en esta primera época, las literaturas digitales y las tradicionales dentro de una sociedad que se está transformando pero que aún dista mucho de estar transformada por completo, los enfoques tradicionales de la poesía y los ultramodernos de la poesía electrónica. Pero finalmente el poeta deberá optar por el medio que la sociedad le ofrece para comunicarse . Y se adentrará sin rubor ni miedo en el desarrollo de sus habilidades para poder escribir y leer digitalmente, comprenderá que términos como Holopoesía no se refieren a una poesía que relacionada con el Halicarnaso, sino de una poesía holométrica, tridimensional, en constante mutación de sus formas. Sabrán que cuando Sachs publicó en la red sus Intermínims de navegació poètica no estaba tratando de dar publicidad a unos poemas ya publicados en papel, quería algo más, posibilitar al lector un nuevo modo de enfrentarse a la poesía bajo otro medio. Que las fusiones entre las artes gráficas digitales y el poema hipertextual dan como resultado una amplitud desconocida a los géneros literarios. Que no podemos olvidar que literatura viene del término litera, y que la nueva forma de escribir en los siglos venideros será digital, y como tales su producción y lectura.
Y puede que de este modo el fenómeno literario recupere gran parte de su valor inicial y se convierta en un instrumento colectivo de comunicación y no sea mayoritariamente un objeto que se compra y que se vende sujeto a las reglas del mercado. Aunque no hay que ser optimistas, los estudios culturales afirman que la industria tradicional ha alentado la aparición de este nuevo medio de difusión, y que por lo tanto, pronto variará sus hábitos de conducta para adaptarse al nuevo mercado que esta nueva sociedad humana de la información está alentando.

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¿Seguimos hablando de poesía o aparecen nuevas modalidades literarias?

Es aquí donde empezamos a plantearnos si el nacimiento del hipertexto también supone la aparición de nuevas modalidades literarias distintas de las tradicionales. La respuesta que obtenemos, si seguimos examinando las peculiaridades del hipertexto, es sin duda afirmativa: nos encontramos antes nuevas modalidades literarias porque los conceptos clásicos sobre los géneros y la autoría de un texto se están transformando lenta, sutil e implacablemente, porque el soporte ha pasado de lo atómico a lo digital y porque los medios y alcances de estas obras difieren sustancialmente de las tradicionales.
Pero no sólo estos conceptos tan tradicionales sufren transformación, ésta va más allá y alcanza a todo el entorno del libro. Desde el momento en que autor y editor pueden fusionarse en una misma persona, se propugna la desaparición de las editoriales, de los agentes, se abaratan ostensiblemente costes de edición por la desaparición del soporte atómico, el papel, y se hace innecesaria la imprenta.
La relación entre autores y lectores se potencia porque ya el autor puede saber necesariamente cuántos son sus lectores, qué tiempo dedican la lectura de su obra, cuál es su verdadera aceptación mediante la comunicación que se puede establecer bidireccionalmente entre ambos, y cómo la opinión de los lectores de un texto puede ser automáticamente conocida por los otros en foros y libros de visita.
Hay que indicar también que el concepto de autoría se merma porque otra de las características del hipertexto es la de la retroalimentación, la cual, junto a la no-linealidad, lo hacen sustancialmente diferente al del texto tradicional. Es decir, un documento de hipertexto o hipermedia, puede ampliarse y transformarse a través de los lectores por diferentes vías: foros de noticias, correo electrónico, libros de visita, e incluso por la inclusión de datos o documentos mediante lenguaje de programación. Autores y lectores se convierten así en coautores del texto hipertextual . El autor, por lo tanto no da al lector una obra definitiva y cerrada, y como consecuencia de este hecho el autor tiene que variar su posición tradicional frente a su obra y frente a la herramienta con la que crea, el ordenador.
No quiero dejar de lado la idea que supone aunar la aparición de las nuevas tecnologías a un cambio de tipo antropológico que afecta a la naturaleza del objeto del término poesía. El autor y el lector de la nueva literatura están obligados a uno de los fenómenos que conlleva esta nueva era y del que también se ha hablado largamente: la alfabetización digital, reflejo del proceso evolutivo y transformador en el que vive inmerso el hombre actual.
Nancy Kaplan, cuyas aportaciones fueron de las primeras en este campo y que de una manera clara ha delimitado las habilidades técnicas que requiere ser un autor de literatura electrónica, nos dice lo siguiente:
“La alfabetización digital supone el conocimiento y las habilidades necesarias para hacer marcas en un documento electrónico, en una época electrónica y con dispositivos electrónicos. Tal conocimiento y habilidad incluye generalmente la alfabetización digital así como el manejo rudimentario del interfaz de una computadora, así como algún conocimiento especializado para la edición de documentos legibles desde un ordenador dominando el salvar un documento, imprimirlo y enviar al mismo a través de una red o similar.”
Para las ideas de Kaplan sobre la alfabetización digital no quedan sólo en este punto, van más allá, cito textualmente:
“También significa poseer el conocimiento y las habilidades precisas para llenar de sentido las marcas que uno encuentra en el mundo, decodificarlas y también dotarlas de significado y propósito. Una manipulación directa de los iconos de un interfaz, por ejemplo, requieren de su usuario comprender el sistema de símbolos y ser capaz de predecir con seguridad las consecuencias de ciertas acciones que el usuario puede necesitar realizar.”

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Internet y poesía o ¿De qué estamos hablando?

No sé si nuestros colegas van a encarar sus intervenciones en este foro electrónico desde un punto de vista teórico o práctico, pero pienso que es conveniente que alguno de nosotros reflexione acerca de los términos “Poesía” y “Red”, y de las relaciones que se establecen entre ambos dentro de las nuevas posibilidades que nos ofrecen las publicaciones electrónicas.
Intuyo que por “red” hablamos de este invento ultramoderno que conocemos como “Internet”. Y aunque parezca que no es necesario hablar acerca de este término, voy a intentar aclarar, si es posible, parte de la naturaleza última de ese entorno casi mágico en el que nos estamos sumergiendo.
Para algunos antropólogos nos encontramos ante una nueva mutación del género humano. Podríamos decir que nos encontramos en el momento de la aparición de El homo digitalis, siendo Internet el hábitat en el que se encuentra inmerso esta nueva forma de humanidad. Una humanidad que ha trocado el fuego bajo el que se contaban las primitivas manifestaciones orales de la literatura por un teléfono móvil con conexión de banda ancha a Internet.
Como es sabido todo hábitat tiene una serie de características que, en nuestro caso, se articulan en torno a dos ideas oídas hasta la saciedad y casi vacías de significado. Por un lado tenemos “las autopistas de la información”, que son el soporte vehicular por el que ésta se transmite y los canales por los cuales se distribuye sin barreras aparentes; por otro lado nos encontramos con la llamada “la sociedad de la información”, es decir, el conjunto de los seres humanos que tienen acceso a esas vías por las que fluye. Estos dos términos, como si fueran mandamientos sagrados se resumen en uno: “Las Sociedades de las Tecnologías y la Comunicación”.
Expresión común de cualquiera de estas nuevas sociedades y de sus elites son las literaturas electrónicas, que plantean una serie de transformaciones frente a las literaturas tradicionales bastante interesantes y que van a afectar finalmente al objeto de lo que tradicionalmente ha sido llamado como poesía. Cambios que afectan al término en su esencia ontológica y a la manifestación contingente de la misma.
La aparición de estas nuevas literaturas converge con un problema en absoluto nuevo: podríamos afirmar que estos cambios entre el objeto de la poesía y su manifestación física son la culminación de un proceso que arranca con el Romanticismo y que llega hasta el momento actual, proceso centrado en la transformación del concepto de poesía y en su plasmación en el plano de lo real. Esta transformación ha ido pareja a una evolución sin precedentes en el género humano espoleada por los cambios tecnológicos.
El Romanticismo trasvasa el concepto de poesía del objeto al sujeto de la misma, es decir, del poema a la emoción poética, que a mi parecer tiene un doble sentido, emoción poética del que contempla el objeto y del que lo crea. La extensión de lo poético va poco a poco alcanzando a todas las artes y en la actualidad nos tenemos que plantear desde una perspectiva nueva qué y qué no es poesía.
Y esto es así porque pese a que la mayoría de nosotros sigue empleando el término poesía aplicado a un texto con ciertos atributos como puede ser el ritmo, la rima, la desviación del lenguaje empleado frente al estándar, puede que “poesía” como término abarque un significado más amplio y cuya extensión se vea ampliada por la aparición de las llamadas literaturas electrónicas.
Este problema se puede trasladar a su vez a un plano aún más complejo, pues en muchas ocasiones el término poesía se superpone y asimila al concepto de arte. Y aquí reside uno de los límites que van a marcar mi intervención. Pues en última instancia tendríamos que distinguir qué es o no es arte, o al menos tratar sucintamente la posición del poeta o del artista en general frente a este nuevo medio, Internet, que es a la vez materia elemental e instrumento necesario para la creación.

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