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El «carpe diem» retributivo. Málaga Hoy. José María López Jiménez y Rafael Muñoz Zayas.
No dolce vita
cómo amanece
cómo se hace posible que el vértigo del sueño
no regrese durante la luz
ciega
del día
cómo el eco de los perros permanece
y este volver a la vida
este asombroso ejercicio
de abrir los ojos
muestra un mundo imposible
de amar
y nada guía
ni concibe
puente sobre tus aguas
ni paraíso
ni oasis
ni amor para unos días
cómo amanece
-me preguntas-
tan temprano.
¿Cuál es la posición del poeta frente al hipertexto?
La pregunta tiene su importancia, pues va a simbolizar el camino que escoge en este país de fantasía que supone la creación literaria. Como Alicia, el poeta se encuentra en un mundo de constantes bifurcaciones y la elección que escoja va a ser determinante a la hora de encarar su labor creativa. Pueden convivir, es cierto, y sobre todo en esta primera época, las literaturas digitales y las tradicionales dentro de una sociedad que se está transformando pero que aún dista mucho de estar transformada por completo, los enfoques tradicionales de la poesía y los ultramodernos de la poesía electrónica. Pero finalmente el poeta deberá optar por el medio que la sociedad le ofrece para comunicarse . Y se adentrará sin rubor ni miedo en el desarrollo de sus habilidades para poder escribir y leer digitalmente, comprenderá que términos como Holopoesía no se refieren a una poesía que relacionada con el Halicarnaso, sino de una poesía holométrica, tridimensional, en constante mutación de sus formas. Sabrán que cuando Sachs publicó en la red sus Intermínims de navegació poètica no estaba tratando de dar publicidad a unos poemas ya publicados en papel, quería algo más, posibilitar al lector un nuevo modo de enfrentarse a la poesía bajo otro medio. Que las fusiones entre las artes gráficas digitales y el poema hipertextual dan como resultado una amplitud desconocida a los géneros literarios. Que no podemos olvidar que literatura viene del término litera, y que la nueva forma de escribir en los siglos venideros será digital, y como tales su producción y lectura.
Y puede que de este modo el fenómeno literario recupere gran parte de su valor inicial y se convierta en un instrumento colectivo de comunicación y no sea mayoritariamente un objeto que se compra y que se vende sujeto a las reglas del mercado. Aunque no hay que ser optimistas, los estudios culturales afirman que la industria tradicional ha alentado la aparición de este nuevo medio de difusión, y que por lo tanto, pronto variará sus hábitos de conducta para adaptarse al nuevo mercado que esta nueva sociedad humana de la información está alentando.
¿Seguimos hablando de poesía o aparecen nuevas modalidades literarias?
Es aquí donde empezamos a plantearnos si el nacimiento del hipertexto también supone la aparición de nuevas modalidades literarias distintas de las tradicionales. La respuesta que obtenemos, si seguimos examinando las peculiaridades del hipertexto, es sin duda afirmativa: nos encontramos antes nuevas modalidades literarias porque los conceptos clásicos sobre los géneros y la autoría de un texto se están transformando lenta, sutil e implacablemente, porque el soporte ha pasado de lo atómico a lo digital y porque los medios y alcances de estas obras difieren sustancialmente de las tradicionales.
Pero no sólo estos conceptos tan tradicionales sufren transformación, ésta va más allá y alcanza a todo el entorno del libro. Desde el momento en que autor y editor pueden fusionarse en una misma persona, se propugna la desaparición de las editoriales, de los agentes, se abaratan ostensiblemente costes de edición por la desaparición del soporte atómico, el papel, y se hace innecesaria la imprenta.
La relación entre autores y lectores se potencia porque ya el autor puede saber necesariamente cuántos son sus lectores, qué tiempo dedican la lectura de su obra, cuál es su verdadera aceptación mediante la comunicación que se puede establecer bidireccionalmente entre ambos, y cómo la opinión de los lectores de un texto puede ser automáticamente conocida por los otros en foros y libros de visita.
Hay que indicar también que el concepto de autoría se merma porque otra de las características del hipertexto es la de la retroalimentación, la cual, junto a la no-linealidad, lo hacen sustancialmente diferente al del texto tradicional. Es decir, un documento de hipertexto o hipermedia, puede ampliarse y transformarse a través de los lectores por diferentes vías: foros de noticias, correo electrónico, libros de visita, e incluso por la inclusión de datos o documentos mediante lenguaje de programación. Autores y lectores se convierten así en coautores del texto hipertextual . El autor, por lo tanto no da al lector una obra definitiva y cerrada, y como consecuencia de este hecho el autor tiene que variar su posición tradicional frente a su obra y frente a la herramienta con la que crea, el ordenador.
No quiero dejar de lado la idea que supone aunar la aparición de las nuevas tecnologías a un cambio de tipo antropológico que afecta a la naturaleza del objeto del término poesía. El autor y el lector de la nueva literatura están obligados a uno de los fenómenos que conlleva esta nueva era y del que también se ha hablado largamente: la alfabetización digital, reflejo del proceso evolutivo y transformador en el que vive inmerso el hombre actual.
Nancy Kaplan, cuyas aportaciones fueron de las primeras en este campo y que de una manera clara ha delimitado las habilidades técnicas que requiere ser un autor de literatura electrónica, nos dice lo siguiente:
“La alfabetización digital supone el conocimiento y las habilidades necesarias para hacer marcas en un documento electrónico, en una época electrónica y con dispositivos electrónicos. Tal conocimiento y habilidad incluye generalmente la alfabetización digital así como el manejo rudimentario del interfaz de una computadora, así como algún conocimiento especializado para la edición de documentos legibles desde un ordenador dominando el salvar un documento, imprimirlo y enviar al mismo a través de una red o similar.”
Para las ideas de Kaplan sobre la alfabetización digital no quedan sólo en este punto, van más allá, cito textualmente:
“También significa poseer el conocimiento y las habilidades precisas para llenar de sentido las marcas que uno encuentra en el mundo, decodificarlas y también dotarlas de significado y propósito. Una manipulación directa de los iconos de un interfaz, por ejemplo, requieren de su usuario comprender el sistema de símbolos y ser capaz de predecir con seguridad las consecuencias de ciertas acciones que el usuario puede necesitar realizar.”
Herminio Zayas.
Fosbury (como debería haber sido escrito)
Deep impact. Illegal Cover. (Mejora de un poema de Rafael Muñoz Zayas)
Y sentarse a tomar cerveza frente a la sierra
Indagando sobre Midnight
Pero últimamente, desde que hablé con Virginia, le doy vueltas al texto de Juan y a la versión de Rafael Muñoz, y me pregunto qué fuentes utilizaron, cómo compusieron el texto.
Juan leía a Alejandra Pizarnick desde hace años. Unas ediciones que venían de Buenos Aires, sin licencia de ningún tipo y pobre encuadernación. Un papel que se iba ajando a cada lectura y que me imagino que ahora habrá amarilleado en algún estante en la casa de su mujer. No sé si este tipo de rastreo merece la pena, si nos sirve para algo que vaya más allá de la satisfacción de la propia curiosidad. Pero al menos me ha servido para acercarme a los poemas de Pizarnick y disfrutar de su forma sincera de concebir el texto poético, de dilucidar lo que se anhela y fundirlo con la palabra escrita.
Un botón, de muestra.
MENDIGA VOZ
Una de las escenas de la ópera ‘Carmen’.
Y aún me atrevo a amar
el sonido de la luz en una hora muerta,
el color del tiempo en un muro abandonado.
En mi mirada lo he perdido todo.
Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.
Sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra
Por cierto, lo que nos interesa del tema de las fuentes de Juan Midnight se aprecia claramente en los últimos versos. También Alejandra se pensaba como sombra, vacía, sin voz y aislada de todo y de todos.
Juan Midnight
Juan Midnight no era un buen escritor. A veces pienso que ni bueno ni malo porque lo único que alguna vez llegamos a ver sus amigos de su producción escrita fue un relato, un relato tan breve, que la verdad, no sé qué pensar. Hace un par de días, tras leer el post de Rafael Muñoz Zayas sobre Al hilo de lo suicida I, pensé que tendría la decencia de aclarar algo sobre él, ya que lo mencionaba junto a Casimiro Gosnapiris, pero, como ya es habitual, no lo hizo, así que voy a contarles algo sobre Midnight.
Decía que hace un par de días hablé con su esposa, debería decir con su viuda, pero no se acostumbra uno a saber que tus amigos se van muriendo, uno tras otro, a veces porque el pulso de la vida se los va llevando, otras porque decir cortar ese mismo pulso sin ningún pudor. No me costó mucho trabajo dar con ella. Las páginas blancas de Teléfonica online son muy efectivas (perdonen la publicidad). Tuve que llamar un par de veces, la primera vez no atendió la llamada porque al ver el prefijo de Irlanda le dio por pensar que era una especie de timo, de estafa telefónica, y , según me contó luego, se había vuelto un tanto desconfiada. Es normal, yo también me he vuelto desconfiado con los años. Al ver que insistía decidió descolgar el auricular y ver quién llamaba, por si era alguien que conociera y que necesitara algo.
Nos pusimos al día el uno del otro en unos minutos, quiso devolverme la llamada, pero llamé de un locutorio y al no tener móvil, desistió y seguimos hablando. Sus hijos habían crecido bien, el mayor había heredado parte de la inconsistencia de Juan y ella temía por su vida. «Cualquier día aparecerá muerto, como su padre», llegó a decirme. Y era allí adónde quería llegar. Porque en el fondo llamaba para tener la seguridad de que Juan Midnight, el narrador secreto, se había suicidado.
Ella me relató más o menos lo que ya sabía. Que dejó su puesto de conductor de ambulancias por el estrés que le acarreaba. Que se matriculó en Ciencias Empresariales por darle gusto a su madre anciana y enferma, que poco a poco un miedo horrible a que la muerte le sorprendiera en cualquiera lado le fue agarrando (sí, como temo que le pasó a Balder) y que agobiado por su familia y sus deudas tomó un trabajo en una de las empresas que arreglan las carreteras secundarias propiedad de un primo de su cuñado Alberto. Le pregunté en qué consistía su trabajo y me dijo, que ya lo sabía, que no tenía por qué preguntarle eso, que era un especie de vergüenza para ella y sus hijos, Juan Midnight, el que tanto sabía, el erudito con dos doctorados en Antropología e Historia del Arte, había pasado los últimos meses de su vida con un mono amarillo dando paso y cortándoselo a cuantos vehículos se acercaban a su zona de obras de la carretera.
Pero en realidad, como ella siempre afirmó, incluso en el juicio que les facilitó la vida, su marido no había muerto por accidente. Era algo que Virginia no podía creer. Las últimas noches que hablaron las pasó despierto porque temía dormirse y morir. Pasaba las noches escribiendo en esos diarios en blanco que siempre llevaba consigo y luego quemando las hojas en un plato. Un camión que transportaba un generador eléctrico para la subestación Andrómeda II se lo llevó por delante. Quedó aplastado como una mariposa en el frontal de la cabeza del camión. Amarillo y rojo.
Por cierto, llevaba un diario encima que pasó a ser secreto de sumario pero que se perdió en el sótano del Palacio de Justicia de Málaga. Hoy solo conservamos uno de sus relatos. Y es el que sigue:
«Y el hombre supo entonces que era sombra de su sombra».
Hace poco Rafael fusiló su microrelato. Y aunque algo cambió, no llegó a mejorarlo.
Si alguien sabe de que diario hablo, no dude en decírmelo. Pagaría por él.