Los monstruos nos preceden. Llegaron antes que nosotros a la edad del fuego, hicieron de bronce sus armaduras cuando enlazamos las primeras pieles, levantaron enormes edificios de piedra y hierro mientras nos cobijamos en cuevas, pero eran lentos al procrear, temían que todo contacto les llevara al exterminio mismo de sus dioses. Dioses que llegaron de las estrellas, como todos los dioses.
Y se fueron agotando poco a poco tras empalizadas, fuertes, fosos donde bestias poderosas detenían la llegada de los hombres, esos seres lampiños, pura antropometría aplicada al diseño de un cuerpo.
Pero los monstruos nos preceden. Aún perviven. Afilando sus armas atómicas, soñando con hacer de su exterminio el nuestro, planificando, con diseño inteligente, un futuro sembrado de una generosa lluvia de uranio.