José María López Jiménez y Rafael Muñoz Zayas
“Soy el que soy y niego el olvido”
Rafael Berrio
Era finales de junio de 2015. Lo sé porque estaba aquellos días durmiendo en el Rincón de la Victoria, en casa de mis padres, cuando mi padre estaba convaleciente y enfermo y quedaban pocos meses para que falleciera. Eran días en los que me levantaba muy temprano para que me diera tiempo a cumplir con mi ritual matutino y bastante cansado, pues aquellas noches las pasaba en el duermevela del que acompaña a un enfermo, no dormía en mi cama y tenía a mis hijas conmigo, fuera, los tres, de nuestra casa, pues ellas ya no tenían clase en el colegio.
Era finales de junio de 2015. Lo sé porque era mi primer verano, en mi tercera etapa, en La Cala del Moral. Eran días en los que me levantaba muy temprano, bastante cansado, tras atender durante todo el día anterior a mis tres hijos pequeños, pues ya no tenían clase en el colegio (“dormir, despertar… volver a dormir”), para que me diera tiempo a cumplir con mi ritual matutino y dirigirme al trabajo en Málaga.
(“Los dones de la infancia. El mármol y la cruz”).
En una de aquellas mañanas en las que conducía hasta el trabajo, noche oscura, cerrada, y aún amaneciendo, ya se sentía en el frescor tenue de la mañana la proximidad del calor que rompería al mediodía. Sintonizaba la radio por cierto azar, ya que normalmente llevaba un pendrive con mis propias canciones (Battiato, Sabina…), en uno de esos programas de Radio 3 (Músicas posibles) lleno de pequeños hallazgos y decepciones fue en el que emitieron un corte de diez minutos del último disco publicado por entonces por Berrio, Paradoja (Warner Music Spain). Fueron tres canciones las que emitieron que, quizás por el momento vital, me alcanzaron de lleno.
Niente mi piace, Yo ya me entiendo o la genial El mundo pende de un hilo abrieron la caja asombrosa (por lo discordante) del poeta donostiarra. Este hecho en sí hubiera merecido un post por sí mismo.
Sin embargo, en este mundo donde la amistad es un regalo que se recibe normalmente cuando niño, que aquel mismo día, en distinto lugar, bajo circunstancias distintas, José María escuchara las mismas canciones y recibiera el mismo impacto por ellas, volvió a Rafael Berrio y al día en el que simultáneamente accedimos a su mundo poético y musical José María López y Rafael Muñoz en un hecho de múltiples coincidencias llenas de casualidades extraordinarias. (“Con el arpa y con el claxon. Con la córnea y con el filo”).
Sin embargo, en este mundo donde la amistad es un regalo que se recibe normalmente cuando niño, que aquel mismo día, en distinto lugar, bajo circunstancias distintas, Rafael escuchara las mismas canciones y recibiera el mismo impacto por ellas, volvió a Rafael Berrio y al día en el que simultáneamente accedimos a su mundo poético y musical Rafael Muñoz y José María López en un hecho de múltiples coincidencias llenas de casualidades extraordinarias (“Contra la lógica, a la flor del sinsentido”).
El día 31 de marzo José María etiquetaba a Rafael en una publicación de Twitter donde lanzaba al mundo un verso de Rafael Berrio.
No sabíamos aún que había fallecido, ese mismo día, el creador de un mundo poético y musical redondo en su disco 1971, quizás el poemario más completo de su carrera en solitario, en el que Diarios, Paradoja y Niño futuro deslumbran por su lírica capaz de sortear entre riffs de guitarras eléctricas la desdicha de este tiempo que vivimos y que hemos de perder forzosamente (“No es la existencia, yo ya me entiendo”).
Esperamos que Rafael no muriese sólo, o sí. Cierta ambición de ser un maldito, cierto sueño de morir en las calles borracho, entre mujeres desnudas (“Los senos desnudos de la meretriz”), citando a los simbolistas franceses. El culto, ácido y contracorriente Rafael Berrio. Seguiremos soñando con ese encuentro ideado que nunca se produjo. Descanse en Paz. Le echaremos de menos.